Prótesis digitales conectadas

Un adolescente que no tiene un móvil con conexión a Internet es un desclasado en el peor sentido de la palabra. No está integrado en el grupo social de quienes sí lo tienen. En general, no está fuera de lugar por su voluntad. O bien bien no tiene dinero para comprarse un móvil y mantenerlo (víctima de la "brecha económica"), o bien no tiene autorización familiar para tenerlo ("víctima" de unos valores cada vez más en desuso). Quien no tiene móvil es un marginado y va ha hacer todo lo posible para llegar a pertenecer al circulo social de los conectados. O es un outsider, pero ahora esa actitud no hace al caso, porque es anecdótica e irrelevante en términos estadísticos. Además, no hace falta irse a la situación extrema del tener o no tener móvil. Un chaval cualquiera se puede sentir marginado o superior, respecto de sus compañeros, por tener tal o cual modelo de móvil; o puede estar al día o ser un pringado, por relacionarse a través de tal o cual red social. El capitalismo siempre crea desclasados,  bien a partir de supuestos de idividualidad para fragmentar una clase que considera potencialmente peligrosa (o tan solo para diluir la igualdad); bien porque en su aritmética socioeconomica siempre hay un resto de humanos desechables, resultado de la división tramposa de la riqueza.



Pues bien, hay otra diferencia crucial a la que se tiene que enfrentar quien no está conectado en la actualidad. Y no se trata de una sutileza: quien no tiene móvil y conexión a Internet es un discapacitado. El móvil y las TICs se han convertido en prolongaciones o amplificaciones de nuestros sentidos y de nuestro cerebro. Somos, cada vez más, los ciborgs de los que habla la ciencia ficción. Marshall McLuhan (1996) decía que un "medio" es cualquier tipo de tecnología o de instrumento utilizado como extensión del cuerpo o del cerebro humano. No se trata solo de los medios de comunicación, se tarta de extensiones mecánicas (unas gafas son una extensión de nuestra vista; la ropa, de nuestra piel; una bicicleta sería una extensión de las piernas), máquinas que amplían nuestro cuerpo, nos multiplican, nos superlativizan. Son prótesis que asimilamos casi de manera inconsciente, como si fuesen orgánicas, como si hubiésemos nacido dotados con ellas. Las concebimos como partes de nosotros mismos y no las podemos pensar de forma independiente. Con las TICs ocurre lo mismo. Se trata de prótesis digitales que, gracias a su complejo sistema artificial de receptores (ver ⌛/🔧), extienden nuestros sentidos, mejoran nuestra memoria y pueden incluso, aumentar nuestra capacidad de raciocinio. Los seres humanos tenemos, añadidos a los ya sabidos cinco sentidos y coordinados por ellos, un sentido del equilibrio, de la presión, de la temperatura, del movimiento (cinestesia) o el del dolor. Receptores de los estímulos externos, conciencia de lo sensorial, procesado cerebral de la información. Todo ello nos viene de fábrica, pero a todo ello le hemos añadido los sensores de los móviles que son mucho más que extensiones de nuestro oído. Se puede decir que han pasado a formar parte casi natural de nuestro sistema nervioso y por eso quien no las posee es un discapacitado.

Además, al hacerse masivo el fenómeno no ha hecho más que incrementar esas nuevas capacidades sensitivas y no podemos vivir sin conexión, nuestras prótesis digitales necesitan estar interconectadas a los demás a través de los datos. Los datos de un móvil de cualquier ciudad se cruzan con los de los demás usuarios y se combinan con los de las bases de datos de Internet. Se configura así, un sistema artificial que va mucho más allá de lo que permiten nuestros sentidos orgánicos, un sistema que permite aumentar de manera exponencial nuestras capacidades para recibir y medir información de nuestro entorno. Durante las dos ultimas décadas las posibilidades de las máquinas, su volumen de información y su velocidad de calculo, han aumentado sin cesar, tanto para dar servicio a los usuarios individuales como a las instituciones. A esta estructura tecnosocial se la califica como "inteligente" y por eso tenemos teléfonos, coches, casas y hasta ciudades, "inteligentes".  Las aplicaciones de nuestros dispositivos tecnológicos, programas informáticos de manejo cada vez más intuitivo, por tanto más sencillo, son como nuestro sentidos más complejos y gestionan los datos que introducimos combinandolos con los datos de la nube. Así, por ejemplo, podemos saber que canción esta sonando, de quien es una determinada pintura o cual es la ruta sin atascos que podemos tomar con nuestro vehículo simplemente haciendo el uso adecuado de tales aplicaciones.

Cabe preguntarse que nueva cultura se va ha generar a partir de aquí.


Referencias:

Tascón, Mario (2018). "Las nuevas ciudades conectadas y la cultura" en Anuario AC/E 2018 de cultura digital. Tendencias digitales para la cultura. Focus: El lector en la era digital. Madrid: Acción Cultural Española. [En línea] <www.accioncultural.es> [consulta: 7/07/2018]