La chatarra de Gutenberg



A mediados de los años 90, del siglo pasado, (puntualizo), trabajé en una pequeña imprenta familiar en un pueblo que por entonces no tenia más de 5.000 habitantes. Durante años fue la única imprenta y la mayoría de sus clientes eran los propios vecinos. Su propietario había aprendido el oficio de tipógrafo e impresor desde su experiencia como aprendiz en la capital. De aprendiz pasó a oficial, después de un largo periodo de aprendizaje y méritos acumulados. Al casarse, sin haber llegado aún a la categoría de maestro, se estableció por su cuenta. Durante años, con una maquina llamada "tipográfica", (la famosa minerva Heildelberg T)⌛/🔧, se dedicó a imprimir de manera artesanal, invitaciones para bodas y bautizos, esquelas, tarjetas de visita, carteles y programas para las fiestas del pueblo, bandos del ayuntamiento, el boletín parroquial, facturas para los comercios y todo tipo de menudencias similares. En los años del crecimiento del turismo, (el "boom turístico"), aumentó la demanda de productos impresos por parte de la hostelería y la restauración y la imprenta no daba abasto. Los trabajos que no se podían asumir se encargaban a la competencia con lo que se perdía un volumen importante de ingresos. Por suerte, al crecer sus dos hijos, quisieron seguir con el negocio familiar. Eran tiempos de prosperidad. Los dos jóvenes, ambiciosos y con ganas de trabajar, habían estudiado es escuelas de formación profesional y tenían mayores conocimientos de las técnicas e innovaciones en la industria de las artes gráficas. Pensando en ampliar el negocio se mejoraron las infraestructuras, (aunque el taller seguía estando en el domicilio particular de la familia), se compró una máquina de offset, para hacer cuatricromías, una nueva guillotina hidráulica, (la manual era pesada, lenta y peligrosa). Con el tiempo, para no tener que seguir dependiendo de las empresas de reprografía y de los diseñadores externos, se compró un ordenador Mac, un escáner, una impresora láser y una insoladora para las planchas de la offset y se valoró, por primera vez, la posibilidad de ampliar la plantilla.
Aquí es donde entré yo en la ecuación. Acababa de terminar mis estudios de diseño en la Escuela de Artes y Oficios, y mi profesor de informática me avisó de la oferta de empleo. Estuve en aquella imprenta durante poco más de un año, haciendo composiciones digitales de textos e imágenes a través del ordenador, usando los incipientes programas de edición electrónica.

Hace poco me encontré con el viejo impresor y me comentó que llevaba años jubilado, que sus hijos tenían mucho trabajo y que él ya apenas participaba en el negocio "más que para estorbar". La empresa se había instalado en una nave industrial, había multiplicado la plantilla, tenían una rotativa de cuatro colores, hacían también impresión digital y controlaban todas las fases del proceso, desde el diseño del producto al embalaje y la distribución, sin tener que externalizar ningún servicio.

En aquella imprenta de transición, la de mis prácticas, fue donde tomé conciencia del salto inmenso que ha sufrido la industria de la edición en los últimos treinta años. En el trastero del patio de la casa/imprenta se amontonaban abandonadas las cajoneras con los tipos de plomo que durante años había estado utilizando el dueño. Aquel era el mismo sistema de impresión que había utilizado Guttenberg para su Biblia en el siglo XV. Vigente durante más de cuatro siglos, en los años noventa, había pasado a convertirse en chatarra. El ordenador personal, el software de edición, (Photoshop, Freehand, QuarkXpress), las impresoras postscript de fotolitos, (hoy imprimen directamente planchas), y, en general, la industria del offset, se habían impuesto y la vieja "tipográfica" pasó a ser un objeto de decoración.

Yo sustituí el trabajo manual del tipógrafo que componía sus "formas" a partir de los tipos de caja baja o de caja alta, combinándolos, con paciencia y habilidad, al revés de como se iban a leer, y que miraba incrédulo y un poco asustado la pantalla del ordenador donde los textos se colocaban en paginas virtuales a una velocidad imposible. El libro que él hubiera tardado semanas en componer se podía imprimir en cuestión de horas y la calidad final del producto satisfacía con creces a los clientes.

Los apocalípticos agoreros dirán que salimos perdiendo, los integrados optimistas dirán que hemos salido ganando. Lo cierto es que las tecnologías de la información y el conocimiento han desplazado la industria semi artesanal de la imprenta y esté no es más que uno de los muchos ámbitos en que se ha producido esta situación. «[L]a separación de la cabeza y la mano no es sólo de naturaleza intelectual, sino también social». (Sennett, 2008: 62).

Me interesa ese cambio desde la perspectiva antropológica. Es decir tratar de entender qué supone ese paso revolucionario de un medio físico a uno virtual, (no menos físico), en términos psicológicos, axiológicos, sociológicos y evolutivos. Este es el objetivo sustancial de este trabajo.

Quiero hacer constar que no he tocado físicamente, (casi), ni un solo libro, ni un periódico, no he pisado la biblioteca, ni la hemeroteca, ni archivo de ninguna clase, no he gastado ni un céntimo, en documentarme para redactar este ensayo. No me siento culpable por ello, ni lo digo con orgullo, tan solo lo digo. Esto no es una confesión, es la constatación de un hecho. Un hecho muy revelador. Hace cinco años hubiera sido complicado hacer algo así, hace diez difícil, hace 15, muy difícil, hace 20, imposible y hace 30, impensable. A mi, solo me ha hecho falta un ordenador de sobremesa, (ocasionalmente una tableta electrónica), y una conexión por cable (técnicamente mediocre), a Internet, (ocasionalmente una conexión wifi). Por supuesto, también algún software de búsqueda y un navegador.

No estoy hablando de pocos libros, (en la bibliografía podréis encontrar un buen número de referencias, y además podréis consultarlas on line o descargarlas a vuestro dispositivo), no hablo de una documentación incompleta o parcial, (al margen de mis capacidades como investigador). Con la cantidad de libros y artículos que he recopilado a lo largo de unos pocos meses se puede obtener una visión muy amplia, profunda y rigurosa del tema o los temas tratados.