El espacio de lo digital

Las historias de los personajes de nuestras ficciones ya no ocurren en palacios o en porquerizas, ni en montañas o en campiñas, ni siquiera en grandes trasatlánticos o en trenes transiberianos. Hoy nuestros personajes viven, aman y mueren, en las redes sociales.

Cuando escuchamos la palabra "espacio" nos viene a la mente una escena de ciencia ficción con muchas estrellas y naves espaciales. Si concretamos en lo cotidiano, entendemos "espacio" como el aire que nos rodea, un "lugar", como un "aquí" o un "allí", pensamos en algo físico: el suelo, un territorio, un sitio, algo que podemos modificar o no, para ajustarlo a nuestros deseos. Cuando los antropólogos hablan del espacio se refieren al lugar, (o al "no lugar" de Marc Auge 🎓📚), donde los humanos desarrollan sus actividades. Es el lugar por donde nos desplazamos, en donde construimos e interactuamos con el medio. En el espacio es donde se produce la socialización y se conforman las identidades y la cultura. El espacio es el resultado de esta realidad. Aunque debemos ser conscientes de que se trata, la de espacio, de una idea lineal, inmutable, determinada, que representa algo cuya esencia nosotros no podemos crear, más allá de la ciencia ficción, o de la ficción que sea. Esta es la idea vigente del espacio, producto de la modernidad, afianzada en los siglos XIX y XX, la idea de un espacio euclidiano tridimensional inmutable, donde el tiempo transcurre de manera cronológica, a partir de la que Newton dictó sus leyes.

Pues bien, las categorías clásicas de tiempo, espacio y corporeidad encuentran una alternativa en la Red. Nuestras identidades psicológicas, individuales y colectivas crean significados nuevos a partir de esta alternativa. Es el "ciberespacio" donde esa noción de espacio absoluto ha cambiado y con ella la del tiempo. Aquí Newton no ha muerto, pero está jubilado. En el contexto más amplio de la "cibercultura" existe el ciberespacio y este, a su vez retroalimenta y configura su cibercultura.

El ciberespacio desde 1996 tiene su propia DUI, (Declaración Unilateral de Independencia) 📚, firmada por el poeta John Perry Barlow 🎓. A pesar de que en los 80 ya había escritores de literatura fantástica que le dieron vueltas a la idea, (Vernon Vinge o John M. Ford), el término "ciberespacio" se le atribuye a William Gibson 🎓, autor de la novela Neuromante (1984) 📚, aunque originariamente su concepto hacia referencia a la abstracción de un lugar distópico muy concreto, el interior de las computadoras y sus interconexiones, «... en realidad una drástica amplificación del sensorio humano». (Gibson 2007: 37):

«El ciberespacio. Una alucinación consensual experimentada diariamente por billones de legítimos operadores, en todas las naciones, por niños a quienes se enseña altos conceptos matemáticos... Una representación gráfica de la información abstraída de los bancos de todos los ordenadores del sistema humano. Una complejidad inimaginable. Líneas de luz clasificadas en el no-espacio de la mente, conglomerados y constelaciones de información. Como las luces de una ciudad que se aleja...» (Gibson 2007: 35).

En el sentido que nos ocupa es más apropiada una definición arquitectónica de ciberespacio, que de hecho es la que se popularizó a partir de la publicación de Ciberespacio: los primeros pasos una recopilación de artículos que publicó el arquitecto Michael Benedikt 🔗 en 1991 📚. Se trata del primer libro relevante de divulgación sobre el tema. En él se recopilaron las ponencias del I Congreso Internacional sobre el ciberespacio (Cyberconf), organizado el año anterior por el propio Benedikt y la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Texas en Austin. La obra reune quince ensayos de arquitectos e ingenieros, pero además de filósofos, sociólogos, escritores y artistas. Así que se trata de una obra seminal y, lo que es más estimulante, transversal, interdisciplinar. Allí están ya, las principales visiones futuras acerca de la virtualidad de las TICs y su importancia en lo cotidiano. Un debate, que todavía permanece, entre el enfoque a partir de las ficciones, del arte y de la ontología, especulativo y premonitorio de nuevas realidades, frente a un enfoque, más lógico y pragmático, que entiende el ciberespacio como una continuidad de la técnica actual con aspiraciones funcionales, operativas y al alcance de la comunidad. (López-Galiacho 2014: 69) 📚.

Ahora podemos decir que ciberespacio es el lugar antropológico que se define a partir de Internet y de las TICs. Cuando nos conectamos a Internet entramos en ese espacio convertidos en "cibernautas", (los ciborgs de Gibson), de la "cibersociedad" que conformamos.

El desarrollo de Internet, la historia reciente de la tecnociencia, producto de las intervenciones de la industria y los gobiernos, tanto como de los usuarios, hizo realidad la ficción literaria. Las TICs han modificado el espacio de nuestra cotidianeidad con la creación y gestión de actividades sociales y culturales. Son dinámicas, las que se generan en ese espacio, que se retroalimentan entre su consumo y su producción. Por ende, los límites entre los que se desarrolla toda esta actividad no son corpóreos, ni geográficos por eso de alguna manera escapan a la posibilidad de ser regulados.

Pierre Lévy (2004) 📚 divide los espacios antropológicos en el espacio de la tierra, el del territorio, el espacio de las mercancías y los bienes, y el espacio del conocimiento y del saber. Del último dice que es virtual, porque no se realiza en ningún lugar específico, y por lo tanto se encuentra disperso, pero incluye en su seno a los otros tres, que se interconectan y determinan entre sí. Para Lévy el espacio del saber es el predominante y nos llega a través del ciberespacio, que es un espacio de conocimiento y de saber. Las TICs son las herramientas que nos permiten el acceso a ese ciberespacio de todos y para todos.

En el llamado ciberespacio muy pronto se empezó a organizar un "algo social", un espacio paralelo al territorio construido a partir de las acciones del colectivo que acede a la red. Se trata de un espacio común de interacción comunicativa que se consigue con la interconexión de los ordenadores de todo el planeta y sus sistemas de almacenamiento de datos. El ciberespacio es un lugar sin territorio, sus "flujos" no son físicos. En las pantallas de nuestros artilugios digitales, conectados entre sí, se refleja el producto de las aportaciones de cada cual. Se fabrica así una "realidad artificial" paralela a partir de la "realidad cotidiana" que ha venido a llamarse "realidad virtual".

Llegar a ese espacio está al alcance, cada vez, de un mayor numero de habitantes del planeta. Además se puede acceder de manera simultanea: en este mismo instante, hay millones de personas conectadas a la red. En este espacio no importa el tiempo, está abierto las 24 horas del día, los 365 días del año, y no importa la distancia podemos hablar con alguien que viva en las antípodas con más facilidad que con el vecino del portal de al lado.

Claro está que el medio virtual en red solo ha podido crecer sobre una base física, una infraestructura tecnológica cada vez más sofisticada y potente, cuyas posibles restricciones de acceso van desapareciendo a diario. La cibersociedad representa una forma alternativa, de socialización cuyos procesos transcurren en el ciberespacio que se puede entender como un espacio antropológico que se sustenta sobre una base tecnológica digital. Las "redes sociales digitales" y las "comunidades virtuales" son los vehículos de esos procesos. Se trata de relaciones sociales de aspecto espontáneo y efímero que componen espacios no demasiado sólidos en apariencia (Valdés & Cabrera, 2013) 📚, pero bien reales en esencia.

Eso que llamamos "la red" crece y no lo hace de manera ordenada ni jerárquica. Crece como un cáncer, sin seguir patrones. Hay escasa percepción de la red, pues formamos parte de ella. No somos plenamente conscientes de estar donde estamos. Pero que no percibamos un entorno no significa que no exista, al menos desde una perspectiva realista, como la que parece que sustenta Internet. Somos parte de Internet, lo queramos o no, y somos parte de su parte corpórea. Cada vez que nos echamos al mar de Internet trazamos un surco muy real de información en sus aguas. Surcos de información que se expanden en flujos, en olas que se tranforman en mareas de las que muy poco sabemos, pero sobre las que nos mecemos a la deriva.

Ya casi nadie usa el termino "ciber" en la calle, apenas ya no hay ni cibercafes. La palabra se ha restringido al mundo de lo académico. Queda, eso sí, tendencia a considerar Internet como un lugar, (decimos buscar o navegar en Internet, hablamos de realidades virtuales, o que las redes han reaccionado, o decimos no tengo Internet, buscamos lugares con cobertura wifi), consideramos, con toda naturalidad, el "mundo digital" como un mundo real o como un objeto físico. Nuestras relaciones, nuestro trabajo, nuestras compras, nuestro ocio y nuestro conocimiento se gestionan a través de la comunicación electrónica.


Referencia principal:
Valdés Godínes, Juan Carlos & Cabrera Mendoza, Elizabeth (2013). "Ciberespacio y cibersociedad, su relación con las formas alternativas de socialización para la apropiación social de las TIC ́s". 2° Congreso Virtual sobre Tecnología, Educación y Sociedad. México: Centro de Estudios e Investigaciones para el Desarrollo Docente.