Comunidades y comunidades virtuales

Buena parte de los "autores" y de los "lectores" de las TICs y de Internet se organizan en comunidades. Tanto es así, que en los últimos tiempos hemos visto como se ha instituido una figura social, el online community manager, que puede servir como primer ejemplo, (que no principal), de la sedimentación de una de las estructuras pioneras en la historia y la evolución de las comunicaciones digitales: las comunidades virtuales (CV). Según la Wikipedia, un community manager es el responsable o gestor de una comunidad de Internet. Las empresas que desarrollan su actividad en línea han fagocitado esa figura hasta el extremo de convertirla en un puesto de trabajo, un empleo con expectativas de proyección hacia el futuro, que exige conocimientos de amplio espectro, que incluyen el manejo de los medios técnicos y la gestión adecuada, (en su caso, a los intereses de la empresa), de la información que obtienen y difunden para su comunidad. En los pasados años 90 los community manager eran los administradores de los foros, una figura que no ha desaparecido del todo y que puede resultar más representativa del origen comunitarista y libertario de los primeros usuarios de Internet. Porque las primeras CV no fueron mercantiles y sus directrices teóricas siguen muy presentes en fenómenos como los movimientos de cultura libre, la idea del procomún, la creación artística on line y los intentos de apropiación de la Red por parte de los usuarios, por mencionar solo algunos, (véase la historia de las CV). 

Pero, ¿qué es una comunidad?. Comunidad es un concepto que nos ayuda a entender la manera en que los humanos se relacionan y organizan sus sistemas y entornos de socialización. Las comunidades han sido, históricamente, objeto de atención y de estudio a partir diferentes enfoques. Los sociólogos tienen muchos significados para el término, pero coinciden con los antropólogos en la creencia de que lo social es una tendencia congénita de la especie. Los psicólogos hablan de sentimientos de pertenencia y de identidades. Unos y otros valoran cuestiones como la participación consciente y la vinculación a los territorios compartidos. Se puede decir así que:
«[...] la comunidad es una categoría analítica que define la interacción humana como constitutiva de la realidad social, redimensionando al sujeto como persona socializada en un grupo concreto, con sus representaciones sociales, simbólicas y valores culturales», (Moreno & Suarez, 2010) 📚
El hecho es que las comunidades se fundan en diferentes planos de la realidad. Territorios comunes, intereses compartidos, rasgos diferenciadores o simples plataformas de comunicación en red, entretejiéndose, o por separado, son planos en los que se configuran y reconfiguran los grupos sociales. A partir de aquí se generan ámbitos de actuación fáctica de referentes simbólicos. 

En sus elementos constitutivos hay un "componente afectivo" que se manifiesta entre sus miembros. Al menos así lo creyeron sociólogos como Ferdinand Tönnies, que a principios del siglo XX definió comunidad como un espacio de identificación de sentimientos característicos del tipo de vínculos que se dan en su seno. Relaciones de parentesco, territoriales y de origen que dan lugar a acciones sociales concretas, producto de su voluntad de comunicarse. Las comunidades de Tönnies eran territoriales, (ciudades, pueblos, vecindarios), donde proliferaba un "sentimiento comunitario" más vinculante y muy distinto del que puede haber entre los miembros de la sociedad que las engloba, si es que lo hay, (citado por Moreno & Suarez, 2010). 

Pero ha cambiado el sentido tradicional de los conceptos definidos por la sociología clásica. Hoy comunidad se entiende de una forma más variada y amplia, (no solo territorial, grupal o con roles asignados), según los contextos en que se desarrolla y a los cuales define. La nuestra es una sociedad global que ha cambiado sus normas a partir de la posibilidad de transmitir ideas y de inducir conductas de forma masiva que alcanzan a todas las colectividades y a todas las clases. Estamos en el momento en que nadie discute que las TICs, un fenómeno reciente, han modificado las relaciones interpersonales, intersubjetivas si se prefiere, y han reconstruido, las estructuras sociales de una manera muy distinta a como las habíamos entendido durante generaciones.

Diferentes autores han hablado del paso de la Sociedad Industrial a la Sociedad de la Información, (Cornella, 1997) 📚, o de una Ciudad Global, (Castells, 1997) 📚 para referirse a la transformación de las categorías clásicas de espacio y tiempo a partir de la difusión de las TICs e Internet. Hoy el espacio se define por mapas elaborados a partir de los lugares donde hay conexión Wifi, coches circulando sin conductor, o Pokemons que capturar. Dicho de una manera más académica: hoy existe una nueva lógica espacial, electrónica, ligada a nuevos procesos de producción y de gestión que es muy distinta de la de los espacios vinculados a la organización geográfica tradicional de los territorios, (Moreno & Suarez, 2010). En consecuencia existe una cotidianidad, que necesita nuevos formatos para nuevas colectividades que buscan, y esto no es novedad, satisfacer sus deseos y sus necesidades, o tan solo pertenecer e identificarse: son las "comunidades virtuales".

En aras de una clasificación explicativa hay que hacer una distinción: la comunidad real tradicional
es aquella que se desarrolla en un espacio físico y temporal común cuyas categorías condicionan la conducta de sus miembros; mientras que para la CV las limitaciones físicas espacio-temporales han desparecido en el ciberespacio. El ciberespacio, entendido aquí como la base de una sociedad que no se circunscribe a un territorio al uso, con sus fronteras y sus restricciones materiales. El anonimato identitario y la carencia del contacto humano físico entre sus miembros es otro de sus rasgos definidores. 

Hay que recordar, sin embargo, que las CV no son virtuales, en tanto que su soporte es material, (tanto que se ha convertido en uno de los pilares del sistema económico contemporáneo), y se sitúa en el espacio físico tradicional. Su soporte tecnológico y telemático se construye a base tendidos infinitos de cables, de inmensas instalaciones, de satélites y antenas, de una industria de inconmensurables alcances y consecuencias, de toneladas y toneladas de silicio y de coltán. Además los lazos que se generan on line son en esencia muy similares a los que se dan cara a cara. Es decir que las CV también son comunidades.

Los miembros de las CV tienen sus propios atributos y sus objetivos, en función de los cuales desarrollan sus relaciones de manera más o menos intensa. Sus estructuras jerárquicas, sus dinámicas de trabajo, la extensión y las cualidades de sus relaciones, los contextos que las sostienen y los que de si generan, todo ello es, o puede ser, objeto de estudio.  

Cuando, una tarde, tengamos ganas de reunirnos para charlar un rato ya no vamos a ir necesariamente a la tertulia en el café del centro. Nos conectaremos por medio del software de nuestro dispositivo electrónico, el que sea, a Internet y contactaremos con nuestros interlocutores: un grupo de amigos o de vecinos, unos familiares, un grupo de compañeros de trabajo o de estudios. Si, en adelante, nos interconectamos a menudo y de manera rutinaria, habremos creado una CV, o al menos participado en ella. Por lo tanto la esencia de las CV no se sitúa en la mediación electrónica que las sostiene, tanto como en el hecho claro de que quienes las configuran son individuos de carne y hueso, que se ponen una careta digital, o que utilizan una suerte de megáfono tecnológico para comunicarse con el otro, (las cuestiones de la identidad y la alteridad sin las cuales no hay comunidad), y constituir así una manifestación de lo social. Los avances en tecnología, en materia de simulación y virtualidad, producen experiencias en el seno de nuevos imaginarios sociales colectivos, que se comparten a través de las CV y se naturalizan rápidamente. Son esas experiencias de los individuos las que configuran cultura, no los avances en tecnología, (Turkle, 1999) 📚. Es la gente, no son las máquinas, no hay que olvidarlo.

La inquietud acerca de si las CV suponen el final de las relaciones "reales" se solventa asumiendo algo tan simple como que son una novedosa manera añadida de vivir las relaciones sociales. Las TICs han aportado flexibilidad a las necesidades humanas de socialización. En el seno de las prácticas, (tecnológicas y socioculturales), que se realizan en el ciberespacio y que dan vida a la cibercultura, los imaginarios de los cibernautas se transforman, así como sus discursos, a partir de las mecánicas propias de las CMO. El hecho de conectarse desde un mundo real a uno en línea a través de una interface, modifica necesariamente la vida cotidiana de los individuos, en tanto que sujetos de una colectividad, desde un punto de vista ontológico, (Lévy, 2007) 📚. A partir de las experiencias compartidas de esta manera se transforman las narrativas y los lenguajes mismos, incluso se crean jergas para compartir significados, (Prat, 2006; Contreras, 2004) 📚. Nuestras vidas en el seno de esta sociedad de la información adquieren dimensiones múltiples y para entenderlas no queda más remedio que integrar la tecnología en el ámbito de análisis de lo social y lo cultural.

No está clara, pues, la estricta dualidad entre lo virtual y lo real, si tenemos en cuenta su interdependencia. Sin cultura no hay cibercultura. No se trata de categorías enfrentadas, que se oponen o se excluyen, sino de experiencias enlazadas. La tecnología a pesar de su desarrollo exponencial, no es determinante de manera radical, pero tampoco es distinta de la cultura, porque no se entiende desligada de lo social y de lo político. Aislar la tecnología de la cultura, o la técnica de la sociedad, sería como intentar separar, una vez más, la mente, (ilusiones, imágenes, modelos, apariencias, ideas, signos), del cuerpo (síntomas, objetos técnicos, entorno material), (Lévy, 2007) 📚

Estamos ante un proceso que supone nuevas formas de socialización y endoculturación, pero que no está libre de contradicciones, ambivalencias y frustraciones. Lo virtual no deja de ser una tecnología de representación en la que lo simbólico y lo aparente condicionan la privacidad de las identidades y la calidad de las relaciones. Se habla, por ejemplo, de "individualismo conectado", (Quéau, 1995) 📚. En las CV prolifera la simulación amparada en el anonimato. Se pueden crear personalidades ficticias, avatares, tras los que nos podemos desinhibir y mediante los que podemos trasgredir los límites de nuestra personalidad y de lo socialmente impuesto. Ocultos tras las pantallas, podemos jugar con la propia identidad y cambiar los roles que se nos asignan. En ocasiones el anonimato es un requisito para pertenecer a las CV. Aparecen sentimientos como el de libertad, aventura, autogestión que paradojicamente se oponen a los de seguridad y pertenencia que se busca en una comunidad. Se trata de la dicotomía entre comunidad y libertad, dos fuerzas contrapuestas e igualmente poderosas, dos valores, imprescindibles, aparentemente incompatibles y sujetos a una tensión difícil de aplacar, (Bauman, 2003) 📚. Quizá por estas contradicciones habrá que valorar la capacidad de las CV para integrar la diversidad.  Mantener el vínculo con la comunidad a través de la conexión en línea, por decisión propia, supone mantener viva y alimentar la comunicación que socializa, (Vayreda 2004) 📚.

No se puede calificar el alcance total de un fenómeno global (y, a la vez, local), que no se detiene y que depende directamente de la actitud particular de usuarios individuales. Autores como Negri y Hardt (2000) 📚 hablaron de "multitudes", ideólogos de lo digital como Howard Rheingold (2004) fue el autor de la etiqueta "Smart Mobs", he oído, (tendría que buscar donde), hablar de "homo digitalis", de "nativos digitales", de la "generación del pulgar", etc. Se trata de una situación en la que las vidas de las personas se desarrollan tanto o más en las redes que en la calle, por lo que su manera de organizarse en las relaciones con los demás se atiene a mediadciones como las que se ofrecen con las TICs. Las CV son comunidades de individualidades conectadas por vía tecnológica. Cada uno de nosotros traslada sus intereses y sus problemas concretos a través de la red al seno de una comunidad específica pero remota, y lo hacemos de una manera más o menos selectiva, más o menos voluntaria, (Ninova, 2008) 📚, en busca de una respuesta, (la interacción) lo cual, éxitos y frustraciones a parte, no es nada nuevo.    


Referencias:

Valdés Godínes, Juan Carlos & Cabrera Mendoza, Elizabeth (2013). "Ciberespacio y cibersociedad, su relación con las formas alternativas de socialización para la apropiación social de las TIC ́s". 2° Congreso Virtual sobre Tecnología, Educación y Sociedad. México: Centro de Estudios e Investigaciones para el Desarrollo Docente.

Fernández Hermana, Luis Ángel (2005). "Comunidades virtuales", del libro Palabras en juego. [En línea]: <http://www.lafh.info/articleViewPage.php?art_ID=543>. [Consulta: 23/03/2018]

Moreno Mínguez, Almudena & Suárez Hernán, Carolina (2010). "Las comunidades virtuales como nuevas formas de relación social: elementos para el análisis". EspéculoMadrid: Universidad Complutense. [En línea]: <http://www.ucm.es/info/especulo/numero43/covirtual.html>. [Consulta: 25/03/2018]

Rueda Ortiz, Rocío (2005). "Apropiación social de las tecnologías de la información: ciberciudadanías emergentes". Universidad de Santiago de Compostela, USC. Ponencia presentada en el Congreso: “Colombia: Diálogo cultural y tecnologías de la información y la comunicación para el fortalecimiento de los procesos comunitarios”. En: Universidad Autónoma de Occidente, Cali, Colombia, Noviembre 24 y 25 de 2005. [En línea]
<http://firgoa.usc.es/drupal/node/23700>. [Consulta 23/03/2018]